octubre 06, 2009

A ELLA... (PRIMERA PARTE)




Supongo que al recibir esta carta te preguntarás por el remitente, no hagas caso del nombre escrito en el sobre, es falso, no me pidas que diga cómo me llamo, no tiene importancia, ¿Qué valor puede tener un nombre? Considero que ninguno. No obstante permíteme presentarme con la categoría a la que pertenezco, puede que te resulte de mayor interés. Soy una mujer que ama al hombre que una vez te juró amor eterno, una mujer que se enamoró de ese al que llamas esposo: ¡Sí! ¡Soy su Amante!

“… Imagino que tienes muchas interrogantes al respecto, espero esclarecer algunas de tus dudas, en esta nota.
Me enteré de tu existencia de la peor manera posible: cuando ya lo quería y por su propia boca. No puedes imaginarte lo sorprendida que estaba, lo lastimada, lo confundida… pero él se encargo de manera eficiente de borrar con sus besos y caricias, cada pizca de sorpresa, dolor y confusión. De tal manera que acepte esta posición casi sin darme cuenta. De ninguna manera trato de excusarme, simplemente dejo manifiesta mi ausencia de dolo, respecto a causarte algún daño, asumiendo totalmente la obvia culpa, de haber iniciado esta relación.
Una mañana de otoño te vi llegar con él. Te odié como a nadie en el mundo…me sentí derrotada, ante quien debería ser una diosa, pues lo tenía a él y yo no. Las palabras resultan insuficientes para describir tal dolor, tal desconsuelo…Cuando le pregunté quién eras, el sólo respondió que una amiga. Excusa que por demás me pareció absurda, sin embargo me aferré a ella con la desesperación del naufrago que encuentra un pedazo de tabla en medio del mar.
Por todo este tiempo te he odiado, admirado, envidiado, maldecido…por algunas semanas traté de reconstruir tu rostro, atribuyéndote todas las virtudes y defectos, que pudo concebir mi imaginación.
¿Sabes?, me encantaría conocerte más de cerca, lograr encontrar en tu faz las respuestas a las preguntas, que día y noche me atormentan. Quisiera poder encontrar en tu diálogo tanta elocuencia como la existente en el mejor orador, quisiera con todas mis fuerzas poder encontrar lo que te hace mejor opción que yo… La vida hasta el momento no me ha proporcionado la ocasión para poder estudiarte, con la obsesión del científico o la devoción del filósofo…
Después de esa primera ocasión en que los vi juntos, vinieron muchas más, pero decidí no preguntar temerosa de la respuesta que a mi vista resultaba obvia, no sabía a ciencia cierta quién eras pues él nunca habló de ti, lo que tenía claro es que él mentía, eras algo más que una amiga. Así fue como un día, armada sólo de mi confusión, tomando en una mano el presentimiento de fatalidad para mi felicidad y en la otra el poco valor que la situación que dejaba, lo enfrenté…
Como era de esperarse, la respuesta, después de arrinconarlo con inquisitivas y agobiantes preguntas, sobre su vida fue: ¡Soy casado! Sus palabras resonaron en mi cabeza por semanas, hiriendo, sofocando… perdí el sueño, el hambre y el interés por casi todo… reconstruyendo una y otra vez la conversación de esa trágica mañana. Para este momento él era en vida un pilar muy fuerte, dueño y señor de mis días. Después de pensarlo mucho decidí seguir con él, ¿Para qué?, ¿Por cuánto tiempo? ¿Por qué? No me lo preguntes, simplemente no lo sé, lo único que tenía claro es que yo quería estar con él, nada más importaba. Hay cosas que simplemente –escrito está- es mejor que nunca pasen. Por alguna razón y con algún propósito, tan ocultas ambas a los ojos mundanos, como el por qué de esta vida. Tal vez esta era una de esas cosas. No obstante me arriesgué y le amé de la única manera que sé hacerlo: con todo mi ser.
De esta manera inició una historia, en donde las lágrimas y el placer compartían colchón. Elijo no pelear esta batalla, ya que descubrí que sin importar lo que haga él seguirá su vivir impío, yo en mi dolor insano. Ambos a nuestra manera padeciendo por motivos extraños. Él buscando lo que sacie la sed de su alma, esa sed que lo hace buscar desesperado, en cada cama y en cada cuerpo de mujer lo que le de paz, satisfacción, lo que siempre ha soñado y aún no encuentra… Daría la vida por poderle dar eso que busca, me encantaría ser su refugió, su alivio, su sostén, su razón y su esperanza… o simplemente satisfacer cada uno de sus anhelos… Confieso y asumo mi incapacidad para lograr esto, ante dicha situación y soy consciente que tú tampoco has podido hacerlo, sin embargo llegó la hora de confesarte que: ¡Ganaste! el premio mayor es él. Más que una ganancia tienes frente a ti una ardua empresa, con sólo un punto a favor consistente en tu papel de esposa. Única carta que deberás jugar con destreza.
¿Sabes?, a veces creo que no eres mejor que yo, que simplemente por algún motivo, que poca o ninguna relación tiene con tus virtudes y defectos, se casó contigo. En realidad no eres hermosa o una deidad. En fin, esto ya no importa, al final de cuentas él ya es pasado…”

1 comentarios:

Chengo on 7 de octubre de 2009, 21:06 dijo...

No le hagas, no se que decir pero no me quisiera ver entre dos mujeres, ademas si te enamoras de una mujer pues siempre debe de ser esa mujer.
acerca de lo de tu duda de la otra integrante de tu blog, en donde pones el diseño del blog hay otra pestaña que dice configuración, y en esta a su vez una opcion a la derecha que dice permisos ahi agregas su correo de gmail y le va a llegar la solicitud para que se una al blog y listo de ahi depende de ella.

saludotes

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